7/12/06

Nunca desestimes la bondad humana

Eduardo mantenía firme la mano con la que sujetaba la pistola frente al hombre que lo había arruinado. "No he llegado hasta aquí para matarle- dijo.-Estoy aquí para suicidarme frente a usted y que cargue con mi muerte para siempre; que la mancha de mi sangre no se le borre nunca de la mente, y peor aún, tampoco de su alfombra persa".

Don Julián consiguió disuadirlo de hacerlo. Le brindó buenas palabras y algún consejo: "hágalo en casa de Ramírez, mi socio, quien realmente manda en el banco. Usted no lo conoce, pero la policía ya anda tras de él y le amargará la existencia con preguntas si encuentran un cadáver en su casa."

Ramírez lo volvió a contratar para que se quitase la vida en la habitación de hotel de su rival político: "a usted le da igual el lugar y Mahugo es realmente una mala persona; se merece que la prensa lo despiece en los periódicos."

Uno tras otro, Eduardo decidió retirarse cuando llegó a la treintena de suicidios. "La bondad de la gente me ha salvado la vida", solía decir.

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