19/4/09

Nos he matado

Mi mantra me trajo a Madrid. No había demasiadas razones para embarcarme con Sugar Free en su coche en el viaje mortal… la ciudad me reveló qué vine a hacer a ella el día después. He venido a reunirme con mi padre. Lo descubrí en una de mis lecturas a la sombra de la estatua lorquiana que mira al Teatro Español. Mi mayor influencia, mi herramienta para escribir, la persona que me hizo ver la literatura con otros ojos, mi maestro, Joan Margarit, fundador del catartismo, movimiento literario acuñado por mi persona solo para él, pasará toda la semana recitando en lugares como la Residencia de Estudiantes, el Círculo de Bellas Artes o en el propio Teatro Español. Llegamos los dos a la capital en una de esas extrañas coincidencias que tiene la vida, el destino y su caprichosa forma de manifestarse. Seguiré a mi padre literario allá a donde vaya hasta que el tiempo me haga volver a casa, pero no solo está ocurriendo esto.

Los señores llegaron y se fueron en un suspiro. Ha sido genial andar estas calles con ellos, lástima el poco tiempo, se ha aprovechado bastante, todo ha pasado muy rápido.

Algo que odio de Madrid es esa corriente pseudointelectual que siempre se ha manifestado como una de las caras más reconocibles de su underground. Gente que lee literatura pop y conversa convencida de una lección aprendida del pasado y sus aguas revueltas… cuando lo han entendido todo al revés. Me refiero a aquellos cuya literatura favorita puede sacarse de un vending books: leen a Jorge Bucay, Aldous Huxley, Isabel Allende… utilizan gafas de pasta y van vestidos de una forma indie bufandera, combinando tonos grises ocres tocados por alguna especie de gorro ridículo e innecesario, carta de presentación que se ajusta perfectamente a la innecesariedad de su existencia. Así es como suelen ir, el criterio está bastante definido en ese sentido, a todos les da por ir más o menos igual, aunque claro, hay infinitas variantes, ya se sabe que al generalizar se cometen errores excepcionales. Intenta un movimiento rápido al verlos o habla con ellos si sois presentados por alguien, esa ilusión de profundidad se volatilizará conforme la conversación vaya desarrollándose, tocas su fondo demasiado pronto. Hablan de la vida y su velocidad pero puedes ver que, en el fondo, su alma está perdida. Eluden hablar de temas intrascendentes, dejan bien claro que no les gusta el fútbol dando a entender lo despectivo que es interesarse por asuntos así de inútiles, son superiores a esas cosas, pero luego, si intentas hablar con ellos de algún tema serio, se descubren como personas de cartón piedra, pretenciosos amantes de aquello que no son, almas perdidas. Si convirtieran el tiempo que dedican a imitar estereotipos en los que se sienten cómodos en tiempo dedicado a buscarse a ellos mismos tendrían algo que enseñar a los demás.

Esto, entre otras cosas, es Madrid 09.

No hay comentarios: