24/4/09

Y el genio alzó la voz...

...porque los genios existen. Dijo:


Horarios nocturnos

Acostado contigo oigo pasar los trenes,
y sus ventanas cruzan encendidas mi frente
rasgando el terciopelo de esta noche.
La pausa de silencio me deja una luz roja,
la nota en el pentagrama de cables y de vías
oscuras y brillantes. Acostado contigo
oigo cómo se alejan con el ruido más triste.
Quizá me he equivocado no subiendo a uno de ellos.
Quizá el último acierto sea -abrazado a ti-
dejar pasar los trenes en la noche.



Sueño de una noche de verano

Hemos parado el coche
junto a este muro de cipreses.
Hace treinta años que vivimos juntos.
Yo era un chico inexperto, tú una chica
desamparada y cálida.
Sombras de la última oportunidad
van cubriendo la luna.
Soy un viejo inexperto.
Tú, una mujer mayor desamparada.



Primer Amor

Triste Girona de mis siete años:
en la posguerra los escaparates
tenían un color gris de penuria.
Y, sin embargo, en la cuchillería,
en cada hoja de acero destellaba la luz
como si se tratase de pequeños espejos.
Descansando la frente en el cristal,
miraba una navaja larga y fina,
bella como una estatua de mármol.
Puesto que en casa no querían armas,
fui a comprarla en secreto y, al andar,
la sentía, pesada, en mi bolsillo.
Cuando, a veces, la abría, muy despacio,
surgía, recta y afilada, la hoja
con esa conventual frialdad del arma.
Silenciosa presencia del peligro:
la oculté, los primeros treinta años,
tras los libros de versos y, después,
en un cajón, metida entre tus bragas
y entre tus medias.
Hoy, cerca ya de los cincuenta y cuatro,
vuelvo a mirarla, abierta en la palma de mi mano,
igual de peligrosa que en la infancia.
Fría, sensual. Más cerca de mi cuello.



Saturno

Mis libros de poemas, los rasgaste.
abriste la ventana y los echaste a la calle.
Las hojas, como extrañas mariposas,
planeaban por encima de la gente.
No sé si ahora nos entenderíamos,
más viejos, más cansados y decepcionados.
Seguramente no. Mejor dejarlo así.
Querías devorarme. Yo, matarte.
Yo, el hijo que tuviste en plena guerra.



No tires las cartas de amor

Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.


Joan Margarit

No hay comentarios: