4/5/09

Cecilia

Y todo por culpa de un sueño... y es que no creo en aquellos que actúan como si lo que hacen fuera cosa suya, su estilo, su forma, su hacer... eso es sobrevalorarse. Yo no tengo nada que ver con lo que hago, simplemente ocurre, se canaliza a través de mí, mi único talento es ser capaz de tropezarme con todas esas ideas. En realidad no ha sido cosa de un sueño, he ido pensando en otro punto de vista y esta experiencia ha venido a corroborarlo. Aún no sé cómo interpretar esto, pero ha hecho que cambie mis opiniones y creencias. No creo en la religión, aunque admiro a todo aquel que tenga algún tipo de creencia. No creo en el tiempo, no lo necesito y creo haber hablado de esto antes. Cada vez que me han preguntado qué día de la semana era, no lo he sabido o me he equivocado en los últimos 10 meses. No me hace falta saberlo, ni la hora que es, creo en la libertad por encima de lo que se planifica. Me da igual la hora que sea, no voy a comenzar o a dejar de hacer algo porque sean las 11 o las 7, hay que romper lo cuadriculado cada vez que puedas y no hayan causas de fuerza mayor. Tampoco creo en el tiempo en ninguna de sus formas, pasado, presente, ni futuro, es una forma errónea de ver las cosas. El pasado no existe, no importa, no es necesario. Naces cada día y mueres cada noche, esa es la realidad. Ya he dicho alguna vez que me molesta la gente que solo sabe recordar anécdotas que tampoco tienen demasiada importancia y lo hacen machaconamente, hasta hacerte desear no haberlo vivido nunca para no tener que escuchar esa mierda otra vez, no sirve de nada. Y para algo realmente grande que les ocurre, prefieren rechazarlo y vivir al margen, siguiendo con su ensalzamiento de lo insignificante. De todas formas el pasado significa muerte, cosas que han muerto y, si no han sobrevivido con cada uno de nosotros hasta formar parte de lo que seguimos teniendo a nuestro alrededor es como si nunca hubieran ocurrido, no sirven de nada. El presente es fugaz, es cada segundo, es una muerte continua, puede decirse que apenas existe ya que muere según vas leyendo estas líneas. Tampoco creo en la idea típica del futuro, innecesaria y extraña. Creo en la vida, en el ‘‘lifetime’’ que dirían los ingleses, el tiempo de vida, todo ese paréntesis desde que naces hasta que mueres para disfrutar de la vida como lo que somos: el público, un público que viene a este mundo a ver el espectáculo de la vida y luego se va. A esta vida venimos solos para encontrar a alguien con quien irnos y es que a eso se reduce todo. No creo en la eternidad, no me interesa y lo mismo puedo decir de la satisfacción plena: estar feliz todo el tiempo también es un coñazo, yo solo quiero formar parte de algo, ni siquiera tiene que ser algo grande, solo algo a lo que poder llamar mío y no hablo en términos de propiedad, no estoy refiriéndome a ese tipo de cosas egoístas. Creo en el amor, en el amor de verdad, en eso que no puede llegar a explicarse por muchas respuestas que dé la ciencia y soy de los que se sumergieron en una especie de etapa racionalista para menospreciar todos aquellos fuegos artificiales y hacer así que todo doliera un poco menos, diciendo que no es real... pero eso es mentirse a uno mismo. Creo en lo indescriptible: todo lo que no puede explicarse con palabras, todo lo que no tiene respuesta, todo lo que merece la pena de esta vida. Creo en el arte y en su deliciosa inutilidad, creo en el otro lado y compadezco a aquel que me compadezca creyendo que prefiero vendarme los ojos y no ver la realidad tal cual es, porque el que lo hace se ha autoconvencido de ser un fracaso viviendo en el sinsentido de la existencia y confunde pesimismo con realismo en un intento de identificar la madurez con el hecho de comprender que la vida es una mierda. Bueno, quizá la vida del que lo piense lo sea porque no ve posible cambiarla, pero siempre puedes cambiar las cosas si no te gustan como están ahora. La meta es la vida, todo cambia y todo es posible, puedes estar haciendo tal carrera en tal ciudad y acabar desempeñando un trabajo que no tenga nada que ver en una ciudad de la que ni siquiera sepas el idioma. No hay que darse por vencido con tus propias circunstancias y aceptar tu realidad ni aprender a quererla, tenemos el poder para cambiarla, qué más da que tu familia esté en tal ciudad, somos más libres que eso y, cuando llegue el momento, me convertiré en el vivo ejemplo de todas y cada una de mis creencias. Ahora lo que estoy haciendo es trabajar en esa dirección.

Y el que critique mi punto de vista lo hace porque prefiere perder el tiempo discutiendo a arreglar los problemas que tiene consigo mismo.

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