16/4/10

La canción de Londres

Hoy me ha sorprendido la felicidad y me ha inundado, no me lo esperaba, ha sido inimaginable y genial. Mi último viaje a Londres estuvo marcado por una canción que se alzó como banda sonora indiscutible del viaje por sonar en la radio de la cafetería del albergue donde desayunábamos nuestro plato de judías mezcladas con un tomate pelado y cocido, una salchicha, un huevo frito y una tira de bacon. Aparecía en la radio y era nueva, quizá la sensación del momento allí, cada vez que desayunábamos en aquel lugar salía a nuestro encuentro y empezábamos a movernos a su ritmo mientras devorábamos el plato. Algun día sonó un par de veces: tenía unas guitarras eléctricas transmitiendo felicidad sobre acústicas preciosas y una voz de otra época, sincera, acompañada por coros ocasionales y una sección rítmica que latía como si no hubiera mal en el mundo. Era la mejor canción jamás tocada y todos lo sabíamos porque no había forma de quedarnos con ella, brotaba y volaba libre, iluminándonos hasta marcharse. La radio sonaba demasiado lejos, dentro de la cocina, demasiado distorsionada como para pillar un par de palabras al aire, nada con sentido... los presentadores sonaban aún más lejanos y nunca escuché el nombre del artista, así que me despedía de ella cada vez que la saboreaba, como te despides de un amor imposible: comprendí que aquella canción solo pertenecía a aquel momento, a aquel lugar, a aquel viaje... y así quedaría en nuestros recuerdos. Aprendí a olvidarla, a encerrarla en aquellas calles y aquellos edificios, como si fuera un lugar, como si no hubiera forma de traérmela de allí... de la misma forma que no puedes llevarte a los tuyos a la tumba, la mejor canción del mundo murió en Londres... quizá en otra visita a aquellas tierras la canción se me hubiera aparecido junto con sus calles, su olor y su forma de ser. Desde entonces ni siquiera recordé su existencia, al volver de Londres desapareció en mi mente por mi propio bien, la canción se llevó su propio recuerdo y no quedó rastro de ninguno de los dos en mi cabeza.

Esta mañana estábamos en la carretera, camino de otra aventura, cuando comenzó en la radio un ritmo que me gustaba y una voz que me resultó familiar. Dije ''esa acústica ha arrancado bien... un momento... creo que he escuchado esta canción... hace un par de años, quizá''. Entonces, justo antes de llegar al estribillo, quien iba conmigo y yo caímos a la vez y gritamos con los ojos como platos: ''¡¡Es la canción de Londres!!'' Hacía poco más de medio año desde la última vez que la escuché en realidad, parecía bastante más, quizá por estar soterrada. Al desembocar en el estribillo no sé cómo ni de dónde salió, pero la empecé a cantar: ''we went down by the river, we went down by the river...'' y volvió a ser Londres por un par de minutos, volví a la cafetería de esos extraños días que empezaban soleados mientras pensaba hacia dónde ir y qué ver, con la sensación de ''no hay nada que no puedas hacer aquí'', la gente, la llegada de una lluvia eterna... solo que esta vez me aseguré de que fuera para siempre:

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermoso !!!
Me ha pasado tmb :D