12/11/09

¿A qué te dedicas?

Sigue respirando, por favor, sigue respirando. Deja entrar un poco más de aire y tu piel se llevará la herida. Cada vez que apareces en mis sueños amanece una cama deshecha que grita, ya sin motivo, a la deriva de su propio viento. Coloca las palabras como colocas tu cuerpo y olvidaré sentir frío; sé que no es simple, si lo parece es porque es bello, pero no queremos una conversación para romperlo. Las conversaciones pueden volverse aburridas o armas... pueden llegar al punto de no retorno; para evitarlo, apaga la luz. Es extraño: una luz apagada revela el secreto más profundo y hoy nos alcanza una penumbra cálida y silenciosa... la imprecisión nos engaña, pero no fingimos. Vasos derramados sobre folios ya vacíos, un tornado de apuntes fotocopiados con manchas de café y fecha de 1998 son algo en común. Llevamos demasiado tiempo sin preocuparnos de nuestros asuntos, como un par de novelas viejas. El radiador gotea, es blanco y puede leerse en él ''Del Cura Hermanos, Plaza de Santa Ana 10, Madrid''. Plaza de Santa Ana, Madrid, estatua de Lorca. Y las excusas se dejan encontrar antes que la verdad, son preciosas. Este día ha sido un universo en sí mismo, sí, ha sido uno de esos días. Hoy he oído el canto de las sirenas acercándose hasta perderse en la lluvia como un recuerdo sin lágrimas, tuve que rendirme ante lo que tira de mí; hoy la ayuda estuvo en camino todo el día y la nostalgia que más duele es la nostalgia prohibida y Dios es ese acto reflejo que ya no camina y en el valle han levantado una antena y, a las afueras de ti, la nada, donde soy virgen. Sigue sola, convenciéndose de que no lo ha estado siempre desde entonces y quizá esto sea lo mejor que puedo hacer para luego desinflarme en la cama o quién sabe. Mis mejores palabras serán las últimas, las que estarán siempre por decir, tal vez tan simples como el juego: la noche se cierra besándonos hasta caer dormidos el uno en los labios del otro y la mañana abre los ojos del que traerá de vuelta al otro con su beso. Desde entonces y hasta entonces, mecidos en el arrullo de nuestros alientos, soñaremos a salvo.

El cielo es metálico, un paso en hoja caída dado no lejos de aquí. Se me hace tarde y me esperan donde creen en mí; no causé el suficiente impacto, pero puedo llegar a mi tiempo para ver que todas las ciudades son tú en ellas y las caras de mi familia en cada desconocido.

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