15/6/07

Anna Karina

Cineastas noveles, ilusionados con pretensiones, fans exacerbados ostentadores de un equipo más o menos aceptable... ellos adolecen de algo. Suelen ser chavales con más de tres lustros y muchas ganas. La fama es algo secundario para ellos, lo principal es hacer algo grande, como lo que han visto hacer a los genios, y pasárselo bien con sus amigos que, por serlo, les toca ser el reparto en sus proyectos. Ahí es donde aprenden que el dinero es un elemento unificador: al solo haber vínculos de amistad de por medio, esos amigos que no están tan enamorados del cine no se comprometen realmente y los rodajes se estancan, cuando puede uno no pueden dos y todo va matando poco a poco la ilusión del cineasta novel hasta desencantarlo y espantarlo de la idea de rodar. Además, cuando canta la gallina, las actuaciones son forzadas y malas no, peores. Una posibilidad es hacer lo mismo que Woody Allen en caso de que también tengas dotes de actor, o ganas, o pienses que por haber escrito lo que vas a rodar sabes ponerle más sentimiento que nadie (por cierto, si alguien sabe algo sobre las localizaciones de la peli de Allen en Barcelona, que me lo haga saber, ¿ok?). Al final la ilusión se ve asesinada y toda la idea de participar en la industria o ser capaz de crear arte se esfuma, dándote la sensación de que fue un disparate más de la infancia. La cosa suele terminar ahí.

Ahora vamos con los que se lo toman más en serio, los que no se quedan solo en decir con la boca pequeña que la cosa no es más que un hobby. La gente que está loca, que tiene fiebre o la gente que, simplemente, ve un plano o una escena o un fotograma y siente algo muy parecido al amor (o a un orgasmo, depende de la escena y de la película). Esta gente se lo toma más en serio porque puede tomárselo más en serio, porque cuentan con medios más profesionales, con el apoyo de amigos competentes y que tienen una buena idea de la que están enamorados profundamente. No es cualquier idea, no vale cualquier idea... si hicieran cortos como churros es que lo harían más por cachondeo que por pensar que pueden hacer algo grande. Y así es como nacen los Koldos Serras, los Vigalondos... así es como nacen los que nacen.

Yo, por mi parte, no puedo compararme con nadie porque me retiro voluntariamente de cualquier pelea. Yo no quiero hacer algo que te guste a ti, quiero hacer algo que me guste a mí, que me convenza, que me haga sentirme orgulloso. Quizá hayas oído mi verdadero nombre entre los ganadores de algún festival de cortometrajes este año, o el pasado, o el anterior... nunca se sabrá. A día de hoy, tengo una idea que me parece buena, medios más sofisticados, una gran ciudad y mi propia Anna Karina. A día de hoy tengo algo que decir y puedo decirlo, algo que me provoca curiosidad, expectación, nerviosismo y alegría. Estoy inquieto como el típico niño pequeño en la típica tienda de golosinas. Quiero probarme a mí mismo con algo que esta vez va más en serio, quiero ver si valgo o no. Ahora yo tendré la culpa de que salga mal y eso me gusta porque marcará un antes y un después en mi forma de ver todo esto.

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