18/1/08

Mantra de Musa

Las musas, para desgracia de los soñadores, existen. Existen y caminan entre la gente, son de carne y hueso y cuando el destino te hace tropezarte con una se inicia una espiral de emociones que puede dejarte maltrecho tras haber tocado el cielo. Las musas tienen un mantra que practican cada día. Es el mismo para todas y es indescifrable, solo puede decirse de él que es visceral, irreflexivo, libre y arriesgado.

Amar a una musa es buscarse un problema. No es una relación madura, sino de dependencia. Dependes de la musa que ha tenido a bien amarte porque sientes que todo tu ser y lo bueno que haces emana de su sonrisa, la que intentas mantener viva como un fuego primitivo y necesario. Así que la divinizas y procuras tener cuidado con tus actos y palabras para no ofenderla, ya que, al ser un sueño hecho realidad, es etérea y puede marcharse con el mismo golpe de viento que la trajo hasta ti. Mientras te sientes fuera de ti mismo ella se siente libre, se demuestra libre, es libre. No hay espíritu que pueda abarcarla, ella lo sabe y, para recordarte que eso es así en todo momento, se dedica a acometer actos egoístas y caprichosos que te hacen más sumiso e inseguro, llegando a la conclusión de que todo lo que eres (si eres algo), lo eres por ella.

Te sientes débil mientras ella se hace fuerte, como un parásito que te roba la voluntad de vivir y de ser feliz. Le has entregado las riendas y ella finge no ver que es así, esgrimiendo una especie de moral basada en su perfección y tu imperfección. A veces, eludiendo esas responsabilidades y en un acto de demostrar su libertad eterna, te culpa de dudas de un amor que ni siquiera se había tenido en cuenta: el suyo por ti. Las musas no aman, no tienen capacidad, no tienen la culpa de ser libres por definición. Lo que ellas sienten es una falsificación impostada parecida a la efervescencia de los primeros días, semanas o meses. Después se aburren, han estado ahí todo el tiempo que podías entretenerles, necesitan partir a inspirar a alguien más para seguir entretenidas. Nadie puede echarle la culpa a las musas de ser musas y hacer las cosas como las hacen. En el fondo las compadeces, están condenadas a vagar, a pasar, a morir sin haber vivido.

Prefiero a las personas que son como yo.

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